![]() El jolgorio, por no emplear ese término bajomedieval de raíz eusquérica tan querido por las protagonistas –profanación sin más eufemismos- organizado por las hermosas doncellas de “Contrapoder” (¿?) en la capilla católica del campus de la Complutense de Somosaguas, el pasado 10 de marzo, ha generado no pocos comentarios; bastante superficiales, por cierto.
Fondo y forma son importantes. Y, en esta ocasión, uno y otra han sido acordes. En realidad, este mediático e internauta espectáculo ha sido una muestra –otra más- del clima social existente en España: nutrido de relativismo, anticatolicismo casposo y decimonónico, pasotismo generalizado, la dogmática “políticamente correcta”; y buenas dosis de mal gusto y ejercicio gratuito de la violencia. - Esclavas del pensamiento y el poder “políticamente correctos”. Ciertamente, si bien pretendían denunciar los excesos de tan denostados y proscritos patriarcado y machismo, han caído en sus peores expresiones; en simétrica y triste imitación. No los han descalificado; por el contrario han incurrido en sus mismos defectos. Y, lo que es peor, acrecentados, pues del privilegio que supone vivir la Universidad, poco han aprendido. Pero no toda la responsabilidad, que evidentemente la tienen, es suya. Pues, seguramente, no han encontrado, en sus ajetreadas y ligeras vidas, otra propuesta cultural y vital más atractiva.Si bien no está hecha la miel para la boca del cerdo, y dado que siempre existirán extremistas y frikis, como se trata de personas, de seres humanos únicos e irrepetibles, acaso este ejercicio de temperamento ibérico no sea sino otra expresión de un fracaso colectivo: del Estado, de la Universidad, de las familias, también de la propia Iglesia… Una patología social, en suma, termómetro de la salud moral y ciudadana de nuestra España del siglo XXI. Una España que no termina de aprender del pasado y que, incurre, como tantas otras veces, en viejos defectos y reiterados comportamientos. Eso sí, con lencería de chica mona, vaqueros de marca y faldas hippijas.
Autor: Fernando José Vaquero Oroquieta |